miércoles, 7 de noviembre de 2012

DIARIO DEL MAL VIAJE II



DIARIO DEL MAL VIAJE  II

(( Nada mas porque creo  fervientemente en que cada paso es un aprendizaje –aunque a cada trastrabillado me pregunto insolente: ¿Qué se supone que debo estar aprendiendo? ¡ Porque las lecciones parecen no ayudarme a pasar la asignatura!)))

Miércoles 7 de Noviembre 2012

Ayer mi hijo debutó como productor, director y actor de teatro en la Prepa. Sin poner de por medio ninguna francachela maternal,  le fue tan bien con su equipo que merecen una nota aparte, misma que dedicaré de manera más sobria en el otro blog: INFORMACION CON OBSESION, –y la verdad dicha se de paso, nada tiene que ver con la incondicionalidad pues  no se me dio ni se me dará en el sentido estricto del romántico de “Mi’hijo, ese es mi’jo”; y por si duda hubiera me apego a la frase célebre de mi embarazo: ‘Hijo mío; si sobrevives a mi, sobrevives a cualquier cosa’-.

… Pero el mal viaje da inicio a eso de las cuatro de la tarde: llamada de mi cachorro para pedir un par de cosas que olvidó para la puesta en escena –digno hijo de su madre; ni qué decirle, al fin sabe que no es el problema lo importante sino resolverlo-, pero acto seguido la pregunta de cajón: “Oye y va tú padre?” y la respuesta afirmativa que me produce una congestión visceral multitudinaria.

A que tanto ir el agua al cántaro; pero ojalá me quedaran ganas de resolverme las agruras existenciales con buenos refranes, en realidad no, no en ese tema porque de tajo se me extravía un poco la mínima consideración de logística, que hoy por hoy es: mi chamaco está en la mejor preparatoria de paga y se está luciendo a todo lo que da; y claro, no es un gasto que solvente yo.

Por lo anterior debo ser por lo menos cordial, digamos, políticamente correcta; pero las incorrecciones del idioma se me amontonan en la garganta y pasan por el abecedario de la indignación: 

No se trata solo del fulano hace ya diez años que se negó petulante a dejar que lo nuestro terminara de manera pacifica –aunque le rogué por el bienestar de nuestros hijos-, ni tampoco es que durante un año de tortura llamara por teléfono para amenizar con sus amenzas: “te vas a arrepentir porque soy lo mejor que te ha pasado en la vida”, “te vas a morir de hambre y vas a entregarme a los niños” o el estoico “verás que no eres nadie y que si acaso tienes trabajo es porque le das lástima a la gente”….

Bueno, dejemos esa primera etapa y pasemos a la que siguió con una denuncia anónima al DIF que se tuvo que tragar porque no pudo probarme que mis hijos estaban mal nutridos ni que estaban abandonados a su suerte y mucho menos que yo era nociva para ellos.

Digamos que dejo también a un lado que después de que me atropellaran convenció a mi hija de que yo tendría una vida económica mala, y a ella, que la verdad lo suyo es el lujo, pues se convenció y se mudó con la otra familia.

Suponiendo que esto ya queda acomodado en algún lugar de mi mente –que debe ser como el estrecho de Bering en mi corteza cerebral-, el punto es que este susodicho padre de mis hijos, maestro en el engaño tiene una maestría en manipulación publica, y claro, a la distancia es capaz de encontrar el tiempo y espacio justo para gritarme: “DIOS TE MIRA BRUJA Y TE CASTIGARA”, esto por sus ideas religiosas de corte musulmán y mis creencias en antiguas culturas.

A esto –y un montonal más de historias de terror-, cada cita para mi es el refrendo de: “¿En qué carajos me justifico para todavía dirigirle la palabra? . Y claro, el: “Se fiel a ti misma, lo más importante son los niños”…,… así que ahí le va, como quiera…,… flojita y cooperando o en descaro de resistencia, pero lléguele pues no hay de otra…

… Pero ayer, mi ahora alma en compañía, mi pareja o el amor de mi vida –que al caso da lo mismo porque tampoco termina de creerme-, era una ilusión para mi que me acompañara, sin embargo, siendo lo mas honesta conmigo tuve que frenar en seco y pensar qué tipo de atmosfera se crearía. 

Por un lado mi hija detesta la idea de que pueda re hacer mi vida, por otro lado mi hijo no quiere más bronca –aunque le tiene hoy a G.M. cariño y respeto-,  y para acabarme de azotar, nada mas la idea de ver al padre de mis hijos -hoy convertido en un agreste funcional del montón- gruñir viendo a mi pareja que se cae de buenote, que trae la greña larga y que además es un extraordinario artista plástico; digamos que me saturo el disco duro…

Así que no, ni modo, otra vez será, pero he aquí, que mi futuro marido frunce la mirada, acepta no ir, no sin darse el tiempo después para  rematar con que no le doy su lugar y que lo tengo en la sombra…

Al final del día, saldo a favor, mi hijo feliz, mi hija presente –que ya es bastante decir-, el padre de los niños jugando a la cordialidad, yo desafanandome lo antes posible de su presencia y mi chavo pasando por mi para regresar juntos a casa… 

Sin embargo, lo que me arranca el sueño, la preguntota ¿de verdad me puedo culpar a lo pendejo?, con esto de estire, ahora afloje, estire otra vez, respire y afloje…
(--ya se, cada quien tiene lo que cultivo, y el valiente es, y blablabla--)

Pero ya la neta:
Entre todo el momento climático, antes de decidir que no quería malos tragos para nadie; la única que queda girando en su propio eje soy yo…

Así: ¿Me puedo culpar por el mal viaje?
Sinceramente, creo que no.